19 de marzo de 2010

UN FINAL

Sin duda, todas y todos tendremos algún día un final. Habrá quien nos recordará muchísimo tiempo, años quizá, nos echará de menos, llorará la pérdida y sentirá un dolor verdadero y una tristeza sincera. Probablemente, dos o tres personas a lo sumo.
Habrá quien también diga que nos recuerda, siempre que pueda salir a colación en alguna conversación en la que pueda sentirse importante. Posiblemente, tan solo formemos parte de su memoria durante un breve lapso de tiempo, mientras dure la aparente pena generalizada que rodea a cualquier muerte. Aquí encontraremos un gran número. Se mantendrán fieles a las convecciones sociales imperantes y seguirán teatralizando, de forma bastante creíble, que significábamos algo aunque en nuestra vida fueran, en realidad, grandes ausencias.
Pese a que puedan haber estadíos intermedios entre ambos casos, lo casi seguro es que, en apenas diez o doce meses (tirando por lo alto) a casi nadie le importará que estés muerta. La suerte de todo esto es que no nos enteraremos.
Sin embargo, ¿qué hacer cuando esa certeza de ser irrelevante para los demás la vives cuando aún respiras? Nada se puede hacer, sencillamente, aceptar que ya estás muerta y esperar a que el cuerpo también muera para lograr, por fin, el equilibrio perfecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales